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Las pérdidas

En 1755, Lisboa era la cuarta mayor ciudad europea, conocida por su riqueza, prosperidad y sofisticación. Era una de las ciudades más bellas de Europa, con una población aproximada de 200.000 habitantes. Sus palacios e iglesias deslumbraban a los visitantes por su opulencia y magnífico esplendor: era el centro del comercio de oro en el mundo. Personas de todas las naciones llegaban aquí por trabajo, negocios o viaje. Pero el destino de Lisboa quedó marcado por un gran terremoto, que hizo añicos su aparentemente indestructible grandeza. A las 9:40 de la mañana del 1 de noviembre, tres temblores sacudieron la ciudad, seguidos de un tsunami y un incendio devastador. Los actuales análisis científicos y geológicos señalan una magnitud de 8,5 en la escala de Richter para este gran seísmo, que en unos nueve minutos destruyó gran parte de la ciudad: edificios, por supuesto, pero también las riquezas que Lisboa y sus gentes habían atesorado.  

Aunque los ministros del rey intentaron realizar un cálculo de las pérdidas relacionadas con este suceso, las cifras continúan siendo imprecisas. Los fallecimientos por el terremoto, los incendios y el tsunami se han estimado a menudo en más de 100.000 personas. Sin embargo, la mayoría de los estudios coinciden en que el número de víctimas posiblemente se encontraba entre 12.000 y 40.000. Imagina que perdías a una de cada cuatro personas que conocías. Ni siquiera podías ir a misa para encontrar consuelo espiritual porque, de las 200 iglesias que existían en Lisboa y sus alrededores en el momento del terremoto, solo quedaron 20 en pie. En cuanto a las casas, únicamente el 15 % permanecieron intactas, aunque esta estimación podría incluir las demoliciones llevadas a cabo para reconstruir Lisboa. Las fuentes de la época apuntan a unas 30.000 o 35.000 viviendas, correspondientes a 20.000 edificios. Tras el terremoto, solo se conservaban cerca de 3.000 edificios sin daños graves. ¿Dónde podías dormir? Ninguna pared era segura y los techos podían derrumbarse en cualquier momento.  

El valor total de los daños provocados por el terremoto resulta prácticamente imposible de determinar. Sin embargo, hay cifras irrefutables que hablan por sí solas, como la pérdida de 53 palacios, 60 capillas y 46 conventos. El número de bibliotecas y libros antiguos perdidos en la catástrofe fue igualmente asombroso. Además de los 55.000 volúmenes de la biblioteca del conde de Ericeira, se perdieron las librerías del duque de Lafões y del marqués de Valença, así como las riquísimas bibliotecas de los conventos de S. Domingos, Espírito Santo, Carmo, S. Francisco, Trindade y Boa Hora. Incluso la querida Biblioteca Real fue consumida por el fuego. Los innumerables relojes, instrumentos matemáticos y, sobre todo, 70.000 libros y manuscritos quedaron reducidos a polvo, apagándose así una gran parte de la historia, la cultura y el patrimonio del país. La capital portuguesa parecía reducida a una espesa capa de cenizas.  

Otra de las consecuencias decisivas para la historia de la ciudad y del reino fue la pérdida de diversos edificios políticos y administrativos, entre los más importantes de la Corona, que albergaban millones de documentos, como el registro de toda la historia del imperio colonial, incluidos notarios, archivos enteros como los registros de las mercancías y tripulaciones de las flotas, mapas raros e instrumentos náuticos. La Aduana, la Casa de Indias, el Terreiro do Trigo, los almacenes de la Ribeira das Naus, las Secretarías de Estado de Guerra y de la Armada y Ultramar, parte de los archivos y el edificio del Desembargo do Paço (el Tribunal más importante del reino) y el palacio donde se alojaba la Inquisición fueron destruidos. Las principales cárceles de la ciudad, el Aljube y el Tronco, también sufrieron graves daños.  

De los magníficos palacios que se perdieron, cabe destacar la destrucción de las residencias reales, el Paço da Ribeira, el Paço da Quinta de Alcântara, el Paço da Alcáçova, el Palacio Corte Real y el Palacio de Bemposta, así como la destrucción de 33 residencias de las principales familias de la Corte: las casas de los condes de Redondo, del marqués de Gouveia, del duque de Cadaval, del conde de Castelo Melhor, del duque de Lafões, de los marqueses de Távora. La mayoría de estos edificios nunca llegó a ser reconstruida, ni tampoco sus jardines, muchos de ellos impresionantes, y las pérdidas en mobiliario (pinturas, tapices, libros, vajillas y cubertería, muebles finos) son incalculables.  

Los seis hospitales de la ciudad se quemaron, lo que dificultó aún más la ayuda a las víctimas. Entre las pérdidas de la Iglesia, destaca la desaparición de las iglesias y conventos de S. Domingos, Carmo, S. Francisco, Espírito Santo y Trindade. De las 45 iglesias parroquiales, 35 se derrumbaron, y de los 65 conventos solo 11 permanecieron habitables, aunque dañados. Al referirnos a las desapariciones de iglesias, hay que tener en cuenta que gran parte de las sacristías eran auténticos tesoros: incluidos cálices, lámparas, cruces, relicarios, coronas, crucifijos, imágenes de plata y oro, adornadas con piedras preciosas.  

Como hemos visto, es imposible medir con precisión las pérdidas en la catástrofe. Pero los historiadores han tratado de estimar el impacto económico del terremoto. Si consideramos el PIB del reino en 1755, que según cálculos recientes, era de unos 150.000 o 200.000 contos (en torno a 150-200 millones de escudos), nos hacemos una idea de la magnitud para estimar los costes del terremoto. Un testimonio de la época señala 365.440 contos de pérdidas. Por lo tanto, supuso aproximadamente el doble del PIB del reino. Otras fuentes hablan de 229.520 contos de pérdidas, lo que apuntaría, al menos, a una destrucción de un valor prácticamente equivalente al PIB de ese año. No cabe duda de que las pérdidas fueron colosales y se señala, por ejemplo, en los manuscritos de la época, que solo en diamantes se perdieron 18.000 contos. Obtenemos otra estimación del valor destruido, cuando calculamos las pérdidas por edificio: Palacio Real, Palacio Patriarcal, Teatro Real y Aduana (4.000 contos); dinero en metálico de oro y plata (4.000 contos) y bienes muebles (joyas, objetos de oro y plata, mobiliario de palacio, bibliotecas, iglesias, muebles, obras de arte, tapices (210.000 contos). Las fuentes de la época son muy diversas en su evaluación de los daños. Los historiadores económicos han publicado estimaciones más prudentes. En este caso, tanto si se aceptan las estimaciones más conservadoras (entre el 32 % y el 48 % del PIB) como las más especulativas (75 % del PIB), según se contabilicen más o menos tesoros y bienes perdidos, no cabe duda del enorme impacto económico del terremoto.  

Si consideramos el PIB como un valor demasiado abstracto, podemos decir, basándonos en los registros fiscales del siglo xviii, que la media de ingresos de la Corona entre 1750 y 1777 fue de 5.596 contos y la media de los demás brasileños llegados a Lisboa en ese periodo fue de 615 contos. Así, incluso en las estimaciones más conservadoras de las pérdidas ocasionadas por el terremoto realizadas por los historiadores (unos 63.693 contos), la destrucción causada por el terremoto se estimó en 11 veces los ingresos fiscales anuales de la Corona y en más de 100 veces los ingresos medios de todo el oro de Brasil que llegaba cada año.   

A los costes estimados por las fuentes portuguesas hay que añadir las pérdidas, también incalculables, de los comerciantes extranjeros en Lisboa: según un manuscrito, unos 40.000 contos, más del 80 % en mercancías de comerciantes ingleses. Por si los daños en la ciudad no fueran suficientes, las enormes pérdidas de los comerciantes extranjeros contribuyeron a extender la conmoción causada por el terremoto.  

Aun así, la respuesta al terremoto a nivel internacional fue sorprendente. Las noticias de mortalidad y horror se extendieron por toda Europa en forma de cartas, gacetas, panfletos, avivando los debates sobre las causas y los motivos de semejante desgracia, enfrentando a los que defendían causas divinas y aquellos que defendían causas naturales...   

Muchos monarcas y soberanos escribieron al rey de Portugal ofreciéndole sus condolencias y ayuda. Portugal era un país clave en la política y economía mundiales, y estas ofertas de ayuda venían cargadas de empatía, pero también de intenciones políticas. El rey y su ministro se cuidaban de aceptar regalos...   

Sin embargo, por su dimensión y alcance, se puede decir que esta fue probablemente la primera acción de ayuda humanitaria internacional: navíos llegados desde España, Hamburgo, Holanda... Pero la mayor ayuda proviene curiosamente de un país protestante, Inglaterra: el más antiguo aliado del Reino de Portugal, que envía una flota con 300.000 cruzados en efectivo, 60.000 toneles de carne, 4.000 de mantequilla, 1.200 sacos de arroz, 15.000 quintales de harina, 15.000 de trigo, y herramientas como palas, martillos, sierras, clavos y... zapatos.  

”Alegoria ao Terramoto de 1755”, João Glama Strobërle, @ MNAA

João da Glama habría sobrevivido al terremoto, al salir a tiempo de la Igreja das Chagas, donde había ido a misa, y observar todo el espanto del Alto de Santa Catarina. Ese día tomó notas, se dice, para más tarde realizar esta pintura. En ella podemos observar varios elementos alegóricos, como el ángel que sostiene una espada de fuego (en la parte superior derecha), alusivos a la idea de castigo divino, una teoría popular de esa época. Glama se dedicó a pintar este cuadro durante más de 30 años, conservado en su poder, sin terminar, hasta la fecha de su muerte en 1792.

Tras el terremoto, quedaron destruidos en Lisboa 46 conventos, se perdieron más de 70.000 volúmenes de la Biblioteca Real, entre libros y preciados documentos, y se quemaron todos los hospitales de la ciudad, 6 en aquel momento, siendo el Hospital de Todos os Santos, ubicado en Rossio, el mayor y más importante. Se levantaron entonces tiendas en la plaza, donde se tumbaron a los heridos en camas de hojas y ahí permanecieran durante más de tres semanas.

LUGARES PARA VISITAR

  • Museu da Saúde, LisboaExplore
  • Museu Nacional de História Natural e da Ciência, LisboaExplore
  • Museu Nacional de Arte Antiga, LisboaExplore
  • Museu de LisboaExplore
  • Museu Arqueológico do Carmo, LisboaExplore

BIBLIOGRAFÍA

Benigno E. Aguirre, «Better Disaster Statistics: The Lisbon Earthquake», Journal of Interdisciplinary History, xliii, 1, Summer, MIT, 2012, pp. 27–42.

José Luís CARDOSO, «Pombal, o Terramoto e a Política de Regulação Económica», O Terramoto de 1755: Impactos históricos, Livros Horizonte, 2007.

David K. CHESTER, «The 1755 Lisbon Earthquake», Progress in Physical Geography, 25, no. 3, 2001, pp. 363–83.

Charles R. BOXER. «Some Contemporary Reactions to the Lisbon Earthquake of 1755.” Revista da Faculdade de Letras XXII, no. 1, 1956, pp. 113–29.

Cadernos do Arquivo Municipal, Lisboa joanina, 1700-1755, Arquivo Municipal, série II, nº 1, Jan-Jun, 2014.

José Augusto FRANÇA, Lisboa Pombalina e o Iluminismo, Bertrand, 1977.

Ange GOUDAR, Rélation Historique do Tremblement de terre survenu à Lisbonne le premier Novembre 1755, Avec un détail contenant la perte en Hommes, Eglises, Convens, Plais, Maisons, Diamans, Meubles, Marchandises, Précédée d’un discours Politique sur les avantajes que le Portugal pourroit retirer de son malheur. Dans lequel L’Auteur développe les moyens que l’Angleterre avoit mis jusques-lá en usage pour ruiner cette Monarchie, La Haye, Chez Philanthrope, à la Vérité, 1756.

Mark MOLESKY, This Gulf of Fire: The Great Lisbon Earthquake, or Apocalypse in the Age of Science and Reason, Vintage, 2015.

José Vicente SERRÃO, «Os impactos Económicos do Terramoto», O Terramoto de 1755: Impactos históricos, Livros Horizonte, 2007.

Álvaro PEREIRA, «The Opportunity of a Disaster: The Economic Impact of the 1755 Lisbon Earthquake», The Journal of Economic History, Cambridge, 69 (2), 2009, pp. 466-499

Portugal Aflito e Conturbado, 1759-1761, Inês Morais Vieas e Sara Menezes Loureiro (edição literária), Câmara Municipal de Lisboa, 2010.

João Duarte FONSECA, 1755, O Terramoto de Lisboa, Argumentum, 2005.

O grande terramoto de Lisboa, 1755, 4 volumes, Fundação Luso-Americana para o Desenvolvimento-Público, 2005. 

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