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El terremoto de 1755 arrasó Lisboa, la ciudad donde residía la Corte de Portugal, un reino sin Parlamento. El rey gobernaba a través de consejos, algunos ministros y los tres secretarios de estado, elegidos entre los principales eclesiásticos, aristócratas, consejeros o juristas. Ese año, el rey todavía era inexperto en los laberintos de la política de la Corte. Tampoco existía gran entendimiento entre los principales secretarios, y uno de ellos ya estaba mayor y enfermo. Cuando el día 1 de noviembre de 1755 llegó a su fin (calmados los temblores, retiradas las aguas y reducidas las llamas), y cayó la noche, la ciudad destruida puso en marcha el instinto político de uno de los secretarios de Estado, Sebastião José de Carvalho e Melo (después conde de Oeiras, y posteriormente nombrado marqués de Pombal en 1769). La incapacidad del gobierno tradicional del rey se unió de manera perfecta a la inteligencia y la ambición de este secretario de Estado. Su carruaje había recorrido las calles de la ciudad el 1 de noviembre, y en los días siguientes, a medida que se iban retirando los escombros, una nueva orden emergía entre las ruinas. Según testimonios de la época, Sebastião José dormía y comía en este carruaje, y durante las primeras 48 horas se alimentó de un caldo que le llevaba su esposa. Apoyado por los principales ministros de la Corte, asumió el poder que dejó vacío el terror de aquella furiosa erupción de la naturaleza. Tres objetivos impulsaron su proyecto político: comprender el terremoto (Inquérito), restablecer el orden (Providências) y reconstruir la ciudad, introduciendo una nueva racionalidad (Planos y diseños).
El Inquérito, enviado a los obispos del reino, trataba de comprender los efectos de la catástrofe y sus manifestaciones naturales. Las Providências fueron el resultado de una actividad febril, tratando de devolver la vida a la ciudad de Lisboa: Carvalho e Melo firmó 130 resoluciones en 8 días. Los distintos ministros del rey aprobaban a ejecutores de una política orientada por una lógica (muy marcada por el ahorro de tiempo y dinero que evitaba sobrecostes). Por último, los diseños y planos urbanos encomendados y analizados en la Corte, concretizaban los sueños de reconstruir la ciudad, organizando las vías de circulación, el vertido de basura, la seguridad de los edificios y los nuevos derechos de propiedad. Esta reconstrucción fue diseñada por el ingeniero mayor y cuidadosamente guiada por el secretario Sebastião José a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. Los tres compromisos, que articulaban la acción de miles de personas, permitieron levantar de las ruinas una ciudad completamente nueva, tanto en la estética de sus fachadas como en los fundamentos de su ingeniería, dotando de simetría y uniformidad el corazón del centro de Lisboa.
Ante la fuerza destructiva del fenómeno natural, un poema portugués de la época colocaba a todos los humanos en el mismo plano: "General, sacerdote, leigo, frade/ Cingidos de fatal calamidade/ Ministro, pobre, rico, cavalheiro/ Comerciante, soldado, jornaleiro/ Miserável, feliz, aborrecido/ Com todos fala o trémulo gemido/ A todos os iguala, a todos pesa/ Neste acerbo clamor da natureza" (Sacerdote, laico, fraile, general/ Rodeados de fatal calamidad/ Ministro, pobre, rico, caballero/ Comerciante, soldado, jornalero/ Miserable, feliz, aborrecido/ Con todos habla el tembloroso gemido/ A todos los iguala, a todos pesa/ En este acerbo clamor de la naturaleza). Una igualdad terrible, pero capaz de revelar la fuerza de la naturaleza, así como las ventajas y riesgos de utilizar la planificación, el razonamiento y la cooperación para organizar las ciudades humanas. Sería esta quizás la razón de haber atribuido a Sebastião José, ya marquês de Pombal, un Discurso político sobre las ventajas que el Reino de Portugal puede aprovechar de su desgracia, con motivo del terremoto del 1 de noviembre de 1755, justificando su política de respuesta a la catástrofe, que aún hoy es motivo de asombro y consideración.
¡Bienvenido a la Sala dos Contos! Este dibujo original de Carlos Mardel simboliza la puerta de entrada al apasionante mundo que fue Lisboa tras el cataclismo. En esta sala podrás por fin completar la misión que te encomendó el profesor Luís, recuperar el conocimiento perdido de los tres documentos: Inquérito, Providências y Plan de Lisboa. Aquí conocerá a personas de todos los ámbitos que, tras el terremoto, trabajaron duro para reconstruir la ciudad, tanto física como emocionalmente, desde los secretarios de Estado, hasta los arquitectos, los numerosos frailes y monjas anónimos que atendieron a los supervivientes, los sirvientes y esclavos, los presos de las galeras...
Este diseño es también un símbolo de cómo se llevó a cabo la reconstrucción, un proceso que duró decenas, incluso cientos de años, con idas y venidas. Tal vez por tratarse de un lugar destacado en la plaza pombalina más emblemática, verdadera "puerta de la ciudad", este arco tuvo varios proyectos posteriores a éste de Carlos Mardel, diseñado en 1756 -el Arco de Triunfo que hoy se levanta allí no se terminó hasta 1873-.