Compartir
Caos. Es la única palabra capaz de describir lo que se vivió en Lisboa justo después de los temblores. Gritos desesperados, que pedían ayuda, resonaban por las calles, bajo los escombros de las casas derruidas. Aquellos que sobrevivieron a las sacudidas vagaban por las calles cubiertos de sangre y de polvo, tratando de orientarse por entre los escombros y los cadáveres esparcidos. Como muchas calles quedaran irreconocibles, era más difícil avanzar por la ciudad. Hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales lloraban desesperados mientras buscaban a familiares y amigos. Otros trataban de salvar objetos importantes, ya sea por su valor o por lo que significaban, lo que provocaba focos de tensión entre los que solo querían salvar sus vidas y los que trataban de salvar cosas a las que conferían gran importancia. Por todas partes, corrían caballos despavoridos, pisoteando muertos y heridos. Incluso las personas que conseguían mantenerse en pie y caminar, se encontraban confundidas buscando refugio.
Los incendios se extendieron por toda la ciudad. Habrá quien diga que se originaron en la zona de Rossio, otros que empezaron en las panaderías, pero lo cierto es que se extendió tan rápido que fue imposible de controlar. Por miedo a los desprendimientos y a la propagación del fuego, muchas personas huyeron a los espacios abiertos cerca del río. Allí resultaron vulnerables a las aguas del tsunami que siguió al terremoto: cogidas por sorpresa, murieron al instante. Otros tuvieron la suerte de encontrar a sus familiares con vida entre los escombros, como fue el caso del famoso empresario Ratton.
Tras el tsunami, los supervivientes, conmocionados, huyeron a las partes más altas de la ciudad dejando atrás la aterradora escena: un desierto de cenizas, muerte y ruinas. En el centro de la ciudad, el fuego ardió durante días y los escombros cubrían las calles. Solo cuando los incendios se extinguieron por completo se empezó a trabajar en la limpieza de las calles. Fue entonces cuando aparecieron los signos de esta terrible búsqueda. La gente caminaba entre los destrozos con cestas, recogiendo sus pertenencias, lo que atraía a los ladrones. El hambre y el frío reinaba entre los supervivientes desorientados. Había ahora escasez de caballos, que habían sido sacrificados para combatir el hambre.
En Rato, ya a las afueras de la ciudad del siglo xviii, los supervivientes derribaron olivos para alimentar las hogueras y así calentarse, destruyendo algunos jardines. La ciudad había devorado sus entrañas en la búsqueda de la supervivencia. Entre las ruinas aparecían los trabajadores forzados, arrastrando sus grilletes por los socavones, extenuados por el esfuerzo, a veces víctimas de los desprendimientos. Había escasez de agua y muchos no se cambiaron de ropa durante meses. Los temblores continuaron durante varias semanas, alimentando el caos y la desesperación de los supervivientes. Muchos se negaban a dormir bajo los pocos techos que quedaban en pie y prefirieron instalarse en tiendas de campaña en jardines y granjas fuera de la ciudad e incluso en los terrenos del Palacio de Belém, donde se había refugiado la familia real. La primera noche se encendieron hogueras para cocinar pollos capturados en los traspatios. El ruido de las llamas era aterrador. A lo lejos se oían gritos y aullidos de perros.
Muchos nobles pusieron sus jardines a disposición de los ciudadanos. Allí se levantaron tiendas de sábanas. La reina D.ª Mariana Victoria y sus hijas cosían ropa y deshilachaban paños para hacer vendajes. El rey tenía tal pánico a dormir bajo techo que se negó a dormir en cualquier sitio que no fuera una tienda durante los días posteriores al terremoto. Con el tiempo, la tienda se volvió bastante lujosa, con una estructura de madera e incluso alguna que otra obra menor de mampostería, y pasó a conocerse como la “Barraca Real”.
Los heridos eran acostados en lechos de hojas y socorridos por los cirujanos disponibles, pero también por barberos, monjes o simples voluntarios. Mientras tanto, en medio del caos, continuaba la búsqueda de supervivientes. Muchas personas fueron encontradas después de nueve días y algunas sin heridas. Los heridos supervivientes fueron trasladados a diferentes hospitales improvisados en los jardines de las casas nobles o en cabañas de Rossio. Las malas condiciones provocaron otra catástrofe, cuando en las inundaciones de principios de diciembre de 1755 algunos heridos murieron ahogados. En cuanto a los cadáveres, en los días inmediatamente posteriores al terremoto, se cubrieron con cal, brea y alquitrán, y se lanzaron al fuego en cremaciones al aire libre. El miedo a las epidemias devastadoras aconsejaba esta radical solución.
El temor a nuevos terremotos y el hecho de que muchas calles fueran inhabitables facilitaron la reavivación de las llamas en zonas abandonadas. Algunos ladrones aprovecharon la confusión para robar todo lo que podían, desafiando las llamas y la muerte para robar. El horror no conocía límites y muchos amputaban miembros de los muertos para apropiarse de anillos y collares. Se las arreglaron para disfrazarse de nobles con las ropas robadas, lo que facilitaba la disimulación. Cuando los atrapaban, los castigaban severamente por sus delitos. Llegaron las órdenes del rey, con ahorcamientos sumarios, 34 en las primeras semanas: 11 portugueses, 10 castellanos, 5 irlandeses, 3 saboyanos, 1 polaco, 1 flamenco y 1 moro.
Los cadáveres permanecieron colgados durante días, como advertencia a quien pasaba de que la ley y el orden prevalecían en la ciudad. No todos fueron ahorcados, y muchos, fueron condenados a limpiar los escombros, uniéndose a los condenados a las galeras, allí conducidos por el duque de Lafões. Los objetos de valor se recolectaban y se entregaban a sus propietarios, previa prueba de propiedad.
La capilla real de D. Juan V es consagrada y declarada basílica patriarcal en 1716, pero solo en 1739 comienza su tan esperada ampliación. En 1740, dan comienzo nuevas obras –dirigidas, como con anterioridad, por el arquitecto mayor del reino, el alemán Ludovice– que incluían intervenciones en los principales puntos del templo, así como en el Palacio Patriarcal adyacente. Los trabajos nunca concluyeron, pues el terremoto de 1755 dictó la desaparición del complejo.
El grabado representa la Basílica de Santa Maria en ruinas. Más conocida como Santa Maria Maior o Sé de Lisboa, fue reconstruida después del terremoto. Es la iglesia más antigua de la ciudad de Lisboa: su construcción data de 1147, en el momento de la reconquista cristiana, y fue erigida, según parece, sobre la antigua y principal mezquita musulmana de Lisboa.
SEGUIR EXPLORANDO
Museu da Cidade:
Colecao de 6 gravuras: Igreja de S. Paulo; Basílica de Santa Maria; Igreja de S. Nicolau; Praça da Patriarcal; Casa da Ópera; Torre de S. Roque chamada vulgarmente Torre de Patriarcal
A Basílica Patriarcal de D. João V (1716-1755):
“A Encomenda Prodigiosa”
Visita guiada à Sé de Lisboa (vídeo):
Sé de Lisboa:
Lisboa pré-terramoto (Cidade 3D):
https://lisbon-pre-1755-earthquake.org/visite-lisboa-1755-em-mundo-virtual/
Museu de Lisboa (Terreiro do Paço 3D):
Imagens Ópera do Tejo:
https://www.museudelisboa.pt/pt/colecoes/maquetes/lisboa-antes-do-terramoto-de-1755
BIBLIOGRAFÍA
Maria BOŞTENARU-DAN, «The Earthquakes and The Tsunami Of 1755 and 2004, Historic Accidents?», Bulletin of the Polytechnic Institute of Iasi, vol. 60, nº 3, 2010, pp. 107-120.
Isabel Maria Barreira de CAMPOS, O grande terramoto (1755), Parceria, 2005.
Arnaldo Pinto CARDOSO, O terrível terramoto da cidade que foi Lisboacorrespondência do Núncio Fillipo Acciaiuoli: Arquivos secretos do Vaticano, Alétheia, 2013.
Suzanne CHANTAL, A Vida Quotidiana em Portugal ao Tempo do Terramoto, Livros do Brasil, s/d.
David K. CHESTER, «The 1755 Lisbon earthquake», Progress in Physical Geography, 25, 3, 2001, pp. 363-383.
João Duarte FONSECA, 1755, O Terramoto de Lisboa, Argumentum, 2005.
Immanuel KANT, Escritos sobre o Terramoto de Lisboa, Edições Almedina, 2005.
Ana Cristina LEITE, «Vestígios do Terramoto de 1755 em Lisboa, Contibutos da Arqueologia» Rossio-estudos de Lisboa, nº 3, Câmara Municipal de Lisboa, 2014, pp. 88-101.
Mark MOLESKY, «The Vicar and the Earthquake: Conflict, Controversy, and a Christening during the Great Lisbon Disaster of 1755», E-Journal of Portuguese History, vol. 10, number 2, 2012, pp. 76, 94.
Nuno Gonçalo MONTEIRO, «Sebastião José e o Terramoto: entre o governo da casas e o governo do reino», O Terramoto de 1755: Impactos históricos, Livros Horizonte, 2007.
Rui TAVARES, O Pequeno Livro do Grande Terramoto, Tinta da China, 2009.
O grande terramoto de Lisboa, 1755, 4 volumes, Fundação Luso-Americana para o Desenvolvimento-Público, 2005.